quarta-feira, maio 13, 2009

Soundtrack

    Se acerca la media noche y estoy agradeciendo el frío para poder sumergirme más entre las mantas de mi cama, enorme. Mientras, Australia me saluda a través de una canción que me recuerda mi último año en DF, viajes recorriendo Avenida Universidad, siempre entre Coyoacán y Narvarte. Geografías lejanas, sentimientos certeros, todo en uno, todo dentro de mí. Lo malo de las listas de reproducción con entornos muy distintos, incluso opuestos entre ellos, es que nunca sabes a dónde te van a llevar, y así viajamos.
    Hacía años que no me tomaba el tiempo, la paciencia, el valor de escribir algo así. Miento, de hecho miento ya que hace pocos días una catarsis me llevó a llenar unas cuantas páginas, pero esas palabras eran personales y fueron devoradadas por los silencios. Seguramente así debe ser. Y hoy, no sé por qué, me nacen estas palabras con ganas de compartirlas con los tres o cuatro fieles a un espacio muy mío y muy de todos, una habitación en la que llevo ya muchos años. Se está bien aquí, no es mal lugar para estar.
    Y mientras, el escenario cambia de nuevo, muda drásticamente y ahora estoy en medio de los Balcanes, aunque no sea así, pero la fiesta no tiene nada que ver con ese cineasta que tú y yo tan bien conocemos, no. De hecho, quizás se sentiría traicionado si viera lo que se puede transformar esa tradición, pero a mí no me importa, sólo disfruto de las trompetas y bailo en trance alrededor de la hoguera, con una botella de vodka en la mano, quizás alguna lágrima recorriendo mi rostro, pero una enorme sonrisa dibujada en mi boca, cansada incluso de tanto reír, de tanto llorar, de tanto existir. Esas fiestas nunca se olvidan, ésas que nunca existieron, no se olvidan.
    Una nueva canción, un nuevo sentimiento, ahora Brooklyn me rodea, unas horas antes del amanecer. No estoy solo, nunca se está solo en New York. Barriles en llamas bajo los puentes me invitan a pensarme y reinventarme, imaginando cómo todo lo que soy es peor que lo que fui y mejor que lo que podré ser. Un par de ojos brillantes me observan, pero no me juzgan, sólo me acompañan con la mirada, su única forma de acompañarme, y me siento seguro, acogido, adoptado. Cuatro vientos me van guiando, van dirigiendo mis pasos hacia el final de esa ciudad. Después de todo, más allá no puede haber otra cosa excepto todo lo demás.
    Nunca he dudado del poder felino, pero la primera vez que escuché esta canción las lágrimas me brotaron sin control, incluso antes de comprender mínimamente la letra. El título era más que suficiente para mí: Metal Heart. Las armaduras tienen pros y contras: dentro se está muy bien siempre que el enemigo esté fuera, pero son una cárcel intolerable cuando la amenaza está también dentro. En ese entonces me venía muy bien el metal, aunque resultó siendo del todo inútil, pero me dio un falso sentimiento de seguridad que agradecí. Ahora, me temo que se podría convertir en prisión, me temo que sólo me impedirá salir a flote de estas aguas.

    Podría seguir toda la noche, podría dedicarme a esto, no se me daría nada mal: soñarme, inventarme, reinventarme y decontruirme. Después de todo no soy nada, así que resulta muy fácil reformularme en algo, lo que sea. La música me puede llevar a donde los pies no pueden y últimamente, cuando la movilidad se ve cada vez más reducida en el mundo físico, no puedo explicar lo importantes que se han vuelto los acordes para mi precaria salud mental, ésa que me exige no anclarme, no ser uno cuando puedo ser mil. Pero esto es lo que es, así que huyo, huyo de mi locus amoenus, huyo de forma ridícula y sin sentido, de la única forma en que se puede huir, siempre hacia adelante, siempre buscando la luz al final del túnel, ésa que se ve a la distancia, sin saber que en realidad es un incendio justo a la mitad. Es por eso que cuesta tanto respirar, así que es por eso. Pero correr viene bien, la salud lo agradece así que este huir se hace con prisa, siempre hacia adelante, sin ninguna duda. E incluso cuando sea evidente que el pantano en el que estamos nos engulle poco a poco, más rápidamente mientras más corremos, ¿qué otra cosa se puede hacer? La huida hacia adelante no es la mejor opción, desde luego: es la única posible.
    Y cuando tengo que dejar de reinventarme, lo mejor es dormir, que en sueños ya se sabe, todo es gratis y no se puede morir. Hoy no escojo ser héroe, bombero, astronauta, millonario, ni siquiera un Don Juan o un gran poeta. Hoy sólo escojo ser otro, alguien distinto, sin más requisitos. Otro, sin espejos, no el del espejo: otro.



6 comentários:

  1. Tuve un amigo que no dormía por temor a la muerte... duró meses si no es que años en darse cuenta que muerto estaba desde que empezó a temer.

    Me gusta leerte cuando sacas todo eso que te da vueltas.

    Un beso grandototote!

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  2. ¿Y alguno que sólo durmiera por temor a la vida? Me encantaría conocerlo.
    ¿Sabes que pensé en escribir una referencia a ti cuando hablé de "Metal Heart"? Claro, conocí a Cat Power gracias a tus enseñanzas, jeje.
    Más besotes para ti, hasta el otro lado del mundo.

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  3. Te recordaba justo así hace unos días... justo como ése que imaginé mientras te leí.

    un beso.

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  4. Pues justo así hace años que no soy, pero justo de así me visto esporádicamente, sólo para hacer como que viajo en el tiempo.
    Beso.

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  5. Entonces los viajes en el tiempo andan en racha intensa, anduve por el metro copilco y me llegó la oleada de ti y mira, luego leí AfterDark (Murakami) y de la nada otra vez... en fin.

    saludos.

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  6. Pues yo no frecuento esos sitios, pero hace unos días sí que recordé esos años, dfíciles años, o por lo menos así me lo parecieron en su momento. Ahora los veo con otros ojos, o quizás sólo el paso del tiempo me ha hecho ver que hay cosas mucho más difíciles que ser vaciado por dentro.
    Saludos a Copilco y a Murakami.

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