terça-feira, julho 05, 2005

Capítulo I. Donde se trata de Roque y su latente genialidad


Cristina tiene un sobrino de apenas tres años. Toda su corta vida ha vivido en Cangas, una pequeña ciudad justo frente a Vigo. El ferry te deja en su puerto en apenas 20 minutos. Sin embargo, no hay mucho más que agregar acerca de Cangas (además de los exquisitos gofres y otros llamativos detalles, de los que hablaré después...) Es curioso cómo no se necesita estar en una gran ciudad para encontrarse con personas como Roque. Bueno, supongo que el hecho de ser hijo de un par de filólogos siempre ayuda. Ya saben, eso de la supremacía de la raza...
Roque está en parvulitos (delicioso latinismo gachupín contra nuestro germanismo “Kinder”. No sé cuál me fascina más) y ahí, un buen día, en clase vieron una serie de imágenes de algunas de las obras más importantes de Occidente. El resultado no se hizo esperar. Al llegar a casa le contó a su madre todo lo que había hecho en el día. Le habló de “Las señoritas de Avignón”, de “La piedad”, “La Gioconda” y otras tantas obras maestras de Occidente. Siempre hay que apoyar el desarrollo intelectual de los niños, dicen por ahí, así que, al ver el interés de Roque por tan maravillosas revelaciones, la madre recordó que Cristina le había traído de Barcelona un rompecabezas en 3D de varias obras de Picasso, “Las señoritas de Avignón” entre ellas. De inmediato se pusieron a buscar el nunca más adecuado juguete, pero misteriosamente no aparecía por ninguna parte. Cuando llegó el padre, Roque, lleno de ansiedad por el paradero de su juguete corrió a recibir al recién llegado preguntando una y otra vez «papá, papá, ¿dónde están “Las señoritas de Avignón”?», ante el desconcierto de su padre por tan inesperada preocupación de su hijo.
Sí, bueno, bien podría ser coincidencia, si nos ponemos exquisitos. Sin embargo, la cosa no quedó ahí. Evidentemente este episodio despertó la admiración de toda la familia, así que rápidamente las tías y los padres empezaron a mostrarles todas las obras artísticas que se les podían ocurrir. Entre estos cuadros, uno que le llamó mucho la atención fue “Las Meninas” de Velázquez (humildemente tengo que decir que se lo mostré yo), debido a la misteriosa ubicación de los reyes. «¿Dónde están los reyes?», preguntaba una y otra vez el extrañado niño. No, no debemos perder la esperanza. Aún puede salir republicano, o hasta nacionalista (galego, siempre galego), simplemente le llamó mucho la atención que los reyes estuvieran sólo en el reflejo del espejo. Tiene mucho sentido.
La madre de Roque tiene como fondo de escritorio en su computadora un cuadro de Boticelli, “El triunfo de la Primavera”. En otra de las sesiones de “culturización” del historiador del arte en ciernes, ojeaban un libro sobre Boticelli y Roque, raudo y veloz, identificó los trazos del italiano. En las páginas apareció una imagen, “El nacimiento de Venus”, y Roque dijo, con completa seguridad «es el que tiene mamá en el ordenador». “El triunfo de la Primavera” aparecería hasta después. Me perdonarán, pero esto es una exageración.
Claro que como cualquier genio tiene sus plantos y su carácter. Tengo el honor de decir que me regaló un cuadro original que hizo pensando en mí donde el rojo, uno de sus colores preferidos, predomina. Mientras juntos analizábamos la nueva obra, le preguntaba por los colores característicos del lienzo (en realidad se trata de un cartón, pero por ser fieles a la tradición...) y mencionó el rojo, a lo que yo, ingenuamente, repliqué «vermello, Roque» y el niño tuvo un arranque de furia durante el cual azotó la obra contra el piso, le saltó encima, le escupió para, finalmente, dármela. Qué tonto soy, el niño no ha caído en las garras del confuso bilingüismo gallego. Me estaba hablando en castellano, no había necesidad de sacar a colación palabras en gallego. Otro planto destacable fue una ocasión en la que decidió escupirme en el pantalón y a Cristina en la mano. Pero bueno, se le perdona siempre que siga por el camino de las artes...
Cabe agregar que, además, Roque tiene dotes de buen músico y se dedica a tocar un saxofón de juguete haciendo dúo con su pequeña hermana, Clara (de quien ya hablaré después), en el piano además de que corrige lingüísticamente a su padre (que, por cierto, se dedica a la traducción. Sin comentarios...) Y luego dicen que el interés en las Artes y las Humanidades se está perdiendo. Será cierto, pero siempre reconforta saber que aún quedan niños como Roque.