sábado, maio 12, 2007

Capítulo 14: De cómo no nos cansamos de beber de la fuente del Sur

Hay cosas muy incomprensibles en esta ciudad. Por ejemplo, nunca entenderé por qué hay un mes -noviembre- lleno de buen cine -Cineuropa, gran oasis cultural del séptimo arte- y el resto del año no se puede ir a prácticamente ningún lugar a ver una buena película. Supongo que no es algo que sólo pase en Compostela. Recuerdo que en Xalapa hay un gran problema cuando llega el mes de junio: al mismo tiempo encontramos festivales de cine (muy buenos), el “Mes de la Música” de la Orquesta Sinfónica de Xalapa, festivales de música afrocaribeña y, lo peor de todo, temporada de exámenes. Ahora que lo pienso, creo que la situación en Compostela es una maravilla comparada con lo que pasa en Xalapa (¿sigue pasando esto?). No obstante, ahora está habiendo una temporada así en Santiago. Sólo con una semana de separación, hubo dos conciertos geniales en esta capital y, viendo hacia el futuro, no habrá otro en mucho tiempo (esto no es completamente cierto porque a comienzos de junio viene Dominique A, pero no podré ir porque no estaré en la ciudad). De pronto tuve una especie de sobredosis musical y ahora, claro, necesito más y más, pero ya no puedo encontrar mi dosis.
7 días después de Camera Obscura, la Sala Capitol siguió con su política de traer buenos artistas, sin importar demasiado llenar el recinto. El sábado la sala estuvo más vacía de lo normal, algo que no se puede explicar por la calidad musical que hubo en el escenario. Howe Gelb y compañía acercaron, por tercera vez desde que estoy aquí, el profundo sur a Compostela. Sin embargo, esta vez descubrimos otra faceta de esa gigante geografía y es que no sólo encontramos country y rock desgarrador (que sí, estuvo ahí una vez más), sino que ahora también hubo blues, soul y, sobre todo, gospel. Lo del sábado fue una mezcla perfecta y global de todos los ingredientes que se esconden en ese gran sur gringo (quizás lo único que se extrañó fue el jazz y los ritmos afrocaribeños del Mississipi) y el resultado fue indescriptible. Sólo mediante comparaciones forzadas puedo intentar que se hagan una idea de lo que pasó ahí: fue como si Leonard Cohen (aunque sin esa poesía inherente que implica el canadiense) dejara tanta tristeza, tomara una dosis de LSD y decidiera tomar como compañeros de viaje a un coro gospel. Como se pueden imaginar, el resultado es muy extraño pero, extrañamente, la mezcla es ideal y Howe Gelb una maravilla, sobre todo en vivo. De todos modos, como bien saben a veces la buena música no es suficiente, pero ese no es un problema para este grupo con las raíces bien clavadas en la tradición africana con el filtro gringo ya que el vocalista logró animar a una audiencia escasa hasta llevarla a una verdadera fiesta a la que se unió sin miramientos bajando del escenario y corriendo entre el público escondiéndose de las luces que lo seguían incansables. Cuando parecía que el grupo estaba cansado y que no volvería a salir a escena, surgió una botella y con un caballito la banda recobró el ánimo y la fiesta siguió por media hora más hasta casi llegar a las dos.
Sin duda se confirma el buen momento musical del sur de los Estados Unidos junto con la escena canadiense (aunque duela admitir que algunas viejas glorias ya no tengan el empuje que tenían antes: ahora mismo estoy escuchando Belle & Sebastian en un concierto que pueden descargar legalmente aquí y es evidente que no pierden con el tiempo). Ya empieza a parecer un lugar común, pero Compostela no se cansa de darle la bienvenida al sur gringo y, además, yo no me canso tampoco de disfrutar estas oportunidades y si alguien todavía cree que el country sólo es un grupo de cowboys ignorantes tocando el banjo y bebiendo hasta quedarse ciegos, ya le puede echar una ojeada a Howe Gelb, digno heredero de la memoria de los Estados Unidos.


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