terça-feira, agosto 29, 2006

Diet Coke e Mentos

Nom quero saber que é o que fai "comida" como esta no noso corpo... De todos os xeitos, nom há dúbida: o internet permite un desenvolvemento do friquismo sem antecedentes.

segunda-feira, agosto 21, 2006

Capítulo IX. De como com subtilezas pode-se voar


Lembro um capítulo dos Simpsons: Homero está no festival de Lollapalooza e os Smashing Pumpkins tocam “Zero” mentres o público move o corpo ritmicamente (nom podemos chamar a iso “bailar”). Sempre pensei que muitos dos grupos musicais dos que mais gosto fam música francamente difícil de bailar. Quizais sexa o que menos importa, sobre todo porque eu, falando com sinceridade, nom sei bailar. Mas, como mover-se num concerto de Sigur Rós, por exemplo? É uma cuestiom nada doada e poderíamos estar plantexándola ata que rematara a hora e quinze minutos que estiverom no escenârio do Summercase. Era melhor se ocupar em outras cousas. Ademais, cando é difícil saber exactamente em que momento empeça o concerto, há muito mais de que se preocupar. Dum xeito subtil empeçarom, cuma cortina cobrindo o escenârio, com sons e imaxes, palmas e gritos, repetiçóns e um público entregado de antemam. Subtilmente também rematarom coa mesma cortina, com sombras e luzes, com cores e com intermináveis aplausos do abundante público. E no médio? De todo. Empeçando por um conxunto de cordas e outro de vento que derom muitíssimo corpo à música dos islandeses, xa de por si inabarcável -xenial a imaxe do trombom bailando ao fondo do escenârio; passando por um bombardeio de cores e imaxes que hipnotizavam ao ritmo da música e rematando coa introvertida personalidade do grupo que, intentando nom se dar por sabidos da presencia do público, construíam atmosferas e mundos afastados da calurosa noite barceloní.
Que conseguirom? Levantar-nos do chan por ums momentos, fazer que nos esquecêramos de todo, bo ou malo, e obrigar-nos a sonhar com frias e subtis noites nórdicas lonxe, mói lonxe do afastado sur.

Capítulo IX. De como con sutilezas se puede volar


Recuerdo un capítulo de los Simpsons: Homero está en el festival de Lollapalooza y los Smashing Pumpkins tocan “Zero” mientras el público mueve el cuerpo rítmicamente (no podemos llamar a eso “bailar”). Siempre pensé que muchos de los grupos musicales que más me gustan hacen música francamente difícil de bailar. Quizás sea lo que menos importa, sobre todo porque yo, hablando con sinceridad, no sé bailar. Pero ¿cómo moverse en un concierto de Sigur Rós, por ejemplo? Es una cuestión nada sencilla y podríamos estar dándole vueltas hasta que terminara la hora y quince minutos que estuvieron en el escenario del Summercase. Era mejor ocuparse de otras cosas. Además, cuando es difícil saber exactamente en qué momento empieza el concierto, hay mucho más de que preocuparse. Sutilmente empezaron, con una cortina cubriendo el escenario, con sonidos e imágenes, palmas y gritos, repeticiones y un público entregado de antemano. Sutilmente también terminaron con la misma cortina, con sombras y luces, con colores y con interminables aplausos del abundante público. ¿Y en el medio? De todo. Empezando por un conjunto de cuerdas y otro de viento que dieron muchísimo cuerpo a la música de los islandeses, ya de por sí inabarcable -genial la imagen del trombón bailando al fondo del escenario; pasando por un bombardeo de colores e imágenes que hipnotizaban al compás de la música y terminando con la introvertida personalidad del grupo que, intentando no darse por enterados de la presencia del público, construían atmósferas y mundos alejados de la calurosa noche barceloní.
¿Qué consiguieron? Levantarnos del suelo por unos momentos, hacer que nos olvidáramos de todo, bueno o malo, y obligarnos a soñar con frías y sutiles noches nórdicas lejos, muy lejos del sur.

segunda-feira, agosto 14, 2006

Galiza nom se queima



Uma imaxe vale mais que mil palabras. O telefone é o 900 400 800. A imaxe é de aduaneiros sem fronteiras, como podem imaxinar. A crise é de todos.

sexta-feira, agosto 11, 2006

Capítulo VIII. De como os bailarinos me podem por francamente nervoso


Normalmente, cando há conflitos num grupo por cartos, os que pidem os mesmos cos demais levam raçom. Despois de todo, cada músico é importante, nom? Todos sofrem e padecem coas xiras, todos tocam um instrumento, tenhem que fazer o mesmo. Mas, segundo eu, há uma excepçom. Lembram aquel membro de Prodigy, um home cuxa funçom no grupo nom era outra agás bailar? Nada persoal, mas se alguém coma el pide os mesmos cartos cos demais, nom o mereceria. Que nom seria prescindível um home que nom fai mais que bailar? Em fim, quizais se bailara mói bem ou se tivera um encanto sexual irresistível ou polo menos se fizera coros. Eu que sei, algo mais. Mas nada, só bailar.
Pensando em Prodigy, quizais era xustificada a sua presença. Despois de todo, é um grupo que musicalmente nom tem muito que dar de si. Polo menos que o pasem bem. Mas, e Happy Mondays? Sinceramente, nom esperaba atopar outro personaxe coma ese. E alí estaba Shamed Bez, enrriba do escenârio bailando, dando palmadas e percorrendo dum lado ao outro o espaço ante o meu mais sincero desconcerto. É algo que nunca mirara em vivo polo que nom sabia mói bem como reaccionar. Tenho que aceptar que, daquela, nom estava pola labor de me por a bailar: a noite xa fora longa e estava a bondo canso como para agradecer ums minutos sentado. Só podia, desde o meu cómodo assento (leia-se chan de concreto), ver como o dito home perdia ums cantos quilos no caluroso Mediterrâneo. Mas havia um momento cuxa chegada temia muito: e se algum músico empeçara a presentear aos seus companheiros? Que compria facer? A xente aplaudiria cando nomearam a Shamed Bez? Eu nom, francamente, mas ainda así... Afortunadamente, esse momento nom chegou. Pasarom os minutos, recuperei um pouco de forças e, antes de que rematara o concerto, continuei co meu percorrido polo festival na procura dum grupo que nom me pusera tam incómodo coma eses Happy Mondays. Si, xenial o “Pills’n’Thrills and Bellyaches” de xa há muitos anos, mas preferia um grupo menos inquietante, nom o sei, quizais ata relaxante. E se baixaba do escenârio a bailar entre a xente? Nom, nom, melhor afastar-se um pouquinho.

Capítulo VIII. De cómo los bailarines me pueden poner francamente nervioso


Normalmente, cuando hay conflictos en un grupo por dinero, los que piden lo mismo que los demás tienen la razón. Después de todo, cada músico es importante, ¿o no? Todos sufren y padecen con las giras, todos tocan un instrumento, tienen que hacer lo mismo. Pero, por lo menos según yo, hay una excepción. ¿Recuerdan aquel miembro de Prodigy, un hombre cuya función en el grupo sólo consistía en bailar? Nada personal, pero si alguien como el pide el mismo dinero que los demás, no lo merecería. ¿Qué no sería prescindible un hombre que no hace más que bailar? En fin, quizás si bailara muy bien o si tuviera un encanto sexual irresistible o por lo menos si hiciera coros. Yo qué sé, algo más. Pero nada, sólo bailar.
Pensando en Prodigy, quizás era justificada su presencia. Después de todo, es un grupo que musicalmente non tiene mucho que dar de sí. Por lo menos que lo pasen bien. Pero, ¿y Happy Mondays? Sinceramente, no esperaba encontrar otro personaje como ése. Y ahí estaba Shamed Bez, arriba del escenario bailando, aplaudiendo y recorriendo de un lado al otro el espacio ante mi más sincero desconcierto. Es algo que nunca había visto en vivo por lo que no sabía muy bien cómo reaccionar. Tengo que aceptar que, a esas alturas, lo que menos se me antojaba era ponerme a bailar: la noche ya había sido larga y estaba lo suficientemente cansado como para agradecer unos minutos sentado. Sólo podía, desde mi cómodo asiento (léase suelo de concreto), ver como el dicho hombre perdía unos cuantos kilos en el caluroso Mediterráneo. Pero había un momento cuya llegada temía mucho: ¿y si algún músico empezaba a presentar a sus compañeros? ¿Que había que hacer? ¿La gente aplaudiría cuando nombraran a Shamed Bez? Yo no, francamente, pero aun así... Afortunadamente, ese momento no llegó. Pasaron los minutos, recuperé un poco de fuerzas y, antes de que terminara el concierto, continué con mi recorrido por el festival buscando un grupo que no me pusiera tan incómodo como esos Happy Mondays. Sí, genial el “Pills’n’Thrills and Bellyaches” de ya hace muchos años, pero prefería un grupo menos inquietante, no lo sé, quizás hasta relajante. ¿Y si bajaba del escenario a bailar entre la gente? No, no, mejor alejarse un poquito.

segunda-feira, agosto 07, 2006

Capítulo VII. De como descubrimos que el pop se hace a cabezadas (em castelán)


Hace ya un año tuve la suerte de ver a Nick Cave en concierto, uno de los iconos de la música de los ochenta. Era interesante ver a la gente que asistí al concierto: jóvenes con deseos de ver a una leyenda, despistados que no sabían muy bien de qué se trataba eso e, por supuesto, los fieles seguidores de Cave. Yo, sinceramente, disfruté mucho del concierto, pero no pude dejar de sentir que me perdía de la mitad de lo que pasaba allí, seguramente porque Nick Cave no es un icono de mi generación. Me pasó todo lo contrario viendo a un grupo de escoceses que ya son una indiscutible leyenda en la historia del pop de los 90.
Después de recorrer escenarios a lo largo de varias horas, en el Fórum finalmente cayó la noche y, poco a poco, la gente empezó a acercarse al que era el escogido para presenciar a Belle & Sebastian. Las leyendas en torno a Stuart Murdoch o a Stevie Jackson son numerosas y el grupo no siempre estuvo lejos de los escándalos (¿qué fue de Isobel Campbell?...) pero no hay nada como verlos en vivo y dar forma a las voces que desde hace diez años dominan la escena pop. ¿Qué hacer con ocho personas en vivo? Pues, por lo menos desde donde estaba yo, parece que lo tienen muy claro: pasarlo bien. Cambiando instrumentos e roles a lo largo del concierto, Belle & Sebastian conquistan a propios y a extraños con canciones que nadie sabe muy bien cómo bailar, pero que todos bailan. Murdoch, haciendo honor a su nombre, juega a director de orquestra, no sólo con la suya, si no que también con el público que responde como si fuera una marioneta y Murdoch tuviera los hilos. Baja del escenario, camina entre el público y bromea a la menor oportunidad.
De todos modos, seguramente la sorpresa la dio Jackson con una personalidad que deja en evidencia que Belle & Sebastian no es un grupo de un solo hombre. Fue el, sin duda, quien dio los mejores momentos de la noche: después de una tórrida hora mediterránea -literalmente, el calor era asfixiante-, cuando hasta Murdoch estaba asombrado por ver a Jackson todavía con su chaqueta puesta, nos regaló la visión de un hombro y volvió a ponerse la chaqueta, como si nada; ya hacia el final, fue poseído por el espíritu de Zidane y vio en Murdoch a Materazzi dándole un cabezazo en el estómago y derribándolo al suelo.
Y, después del éxtasis con “Electronic Renaissance”, de nuevo con el friquismo de Jackson ocultándose del público, “I’m a Cuckoo” y “Funny Little Frog”, Murdoch tuvo que negarse a complacer al respetable porque, si no recordaba mal, la noche aún era joven y otros grupos tenían que ocupar el escenario (The Cardigans, ¿qué más da?). Hora y media que supo a poco (a casi nada) y dejó a todos con ganas de más. Sí, la noche era joven, pero lo mejor estaba visto. Las leyendas irían a otro lado a seguir haciendo de las suyas.

Capítulo VII. De como descobrimos que o pop se fai a cabeçalhos


Há um ano xa tive a sorte de ver a Nick Cave em concerto, um dos íconos da música dos oitenta. Era interessante ver à xente que assistiu ao concerto: moços com desexos de ver uma lenda, despistados que nom sabiam mói bem de que se tratava iso e, por suposto, os feles seguidores de Cave. Eu, sinceramente, desfrutei muito o concerto, mas nom poide deixar de sentir que me perdia da metade do que passava alí, seguramente porque Nick Cave nom é um ícono da minha xeraçom. Passou-me todo o contrario vendo a um grupo de escoceses que xa som uma indiscutível lenda na história do pop dos 90.
Depois de percorrer escenârios ao longo de várias horas, no Fórum finalmente fixou-se de noite e, pouco a pouco, a xente foi achegando-se ao que era o escolhido para presenciar a Belle & Sebastian. As lendas em torno a Stuart Murdoch ou a Stevie Jackson som numerosas e o grupo nom sempre estivo lonxe dos escândalos (que foi de Isobel Campbell?...) mas nom há nada como ver-os em vivo e dar forma às voces que desde há dez anos dominam a escena pop. Que fazer com oito pessoas em vivo? Pois desde onde estava eu, parece que o tenhem mói claro: pasar-o bem. Cambiando instrumentos e roles ao longo do concerto, Belle & Sebastian conquistam a próprios e a estranhos com cançóns que ninguém sabe mói bem como bailar, mas que todos bailam. Murdoch, fazendo honor ao seu nome, xoga a director de orquestra, nom so coa sua, se nom também co público que responde como se fora uma marioneta e Murdoch tivera os fios. Baixa do escenârio, caminha entre o público e fai brincadeiras à menor oportunidade.
De todos os xeitos, seguramente a sorpresa deu-a Jackson cuma pessoalidade que deixa em evidência que Belle & Sebastian nom é um grupo dum so home. Foi el, sem dúvida, quem deu os melhores momentos da noite: depois duma tórrida hora mediterrânea -literalmente, o calor era asfixiante-, cando ata Murdoch estava assombrado por ver a Jackson ainda coa sua chaqueta enriba, regalou-nos a viçom dum hombreiro e volveu a se por a chaqueta, coma se nada; cara ao final, foi poseido polo espírito de Zidane e viu em Murdoch a Materazzi dando-e um cabeçalho no estômago e derribando-o ao chan.
E, depois do êxtase com “Electronic Renaissance”, de novo co friquismo de Jackson ocultando-se do público, “I’m a Cuckoo” e “Funny Little Frog”, Murdoch tivo que se negar a comprazer ao respeitável porque, se nom lembrava mal, a noite ainda era nova e outros grupos tinham que ocupar o escenârio (The Cardigans, que mais da?). Hora e média que soupo a pouco (a case nada) e deixou a todos com ganas de mais. Si, a noite era nova, mas o melhor estava visto. As lendas iriam a outro lado a seguir a fazer das suas.