terça-feira, novembro 28, 2006

Capítulo XI. De como por un día Compostela se convirtió en Buenos Aires


Por esas ironías del destino, un buen día me encontré con la oportunidad de ver a uno de mis ídolos de la juventud en concierto, aunque había un pequeño detalle a considerar: el tiempo había pasado y las cosas habían cambiado. Si bien no podría ver a Soda Stereo, digamos, en su último concierto o en una de tantas giras que los llevaron por tierras mexicanas, por lo menos tenía la oportunidad de ver a Gustavo Ceratti y amigos una noche de luna en la bella Compostela. Como siempre sucede cuando surge una oportunidad como esta, mis sentimientos fueron contradictorios: por un lado, podía quedar resuelta una de mis deudas de juventud. Por el otro, era como un premio de consolación: no pude ver a Soda Stereo pero allí estaba su vocalista, compositor, guitarrista y corazón. Tampoco me podía quejar. Lo que no sabía era que Ceratti no iba a venir solo.
Después de pasar una semana de preparación (tenía, sobre todo, que escuchar lo que había hecho casi desde que desapareció Soda) llegó la noche de un concierto (sin telonero) lleno de sorpresas. Ya hace tiempo JP decía que, al escuchar y ver a Ceratti, parecía que la reunión de Soda no estaba lejos. Mi impresión fue la misma, pero... Tal vez seria mejor decir que Soda nunca se fue del todo, aunque eso no implique que se vuelvan a reunir. A lo largo de todo el concierto hubo guiños al grupo argentino más importante de los ochenta y seguramente el mejor momento de la noche llegó con la versión acústica y encantadora de “Té para tres”. Fue un verdadero gusto estar allí ante la presencia de un Ceratti que hizo suyo el local.
Pero, ¿Compostela convertida en Buenos Aires? Pues sí, y de qué manera. No sé si será un fenómeno único que sólo pasa con los argentinos, pero una marea de ellos se hizo presente en la Sala Capitol y, sobre todo, se hizo sentir. Después de cada canción empezaron a surgir gritos de “Tavo, che” o “Grande, Tavo”, aunque el más popular fue “Enooooorme”. De este modo fue cómo llegó Ceratti a Compostela, y cómo consiguió que la ciudad fuera, por unas horas, Buenos Aires (o por lo menos más de lo normal, porque en la capital gallega argentinos no faltan). Supongo que alguien como él estará acostumbrado a que suceda esto. Tal vez tenga un club de admiradores que lo siguen a todos lados (yo, en lo personal, tendría manía de persecución si ese fuera mi caso), o puede que el orgullo argentino llene la Sala Capitol y cualquier lugar donde Ceratti haga acto de presencia. Sinceramente, no lo sé. De todos modos, sabe lidiar bien con este fenómeno, lo que demostró cuando saludó a “todos los argentinos, todos los gallegos y todos los demás que están aquí esta noche”. Seguramente algún mexicano perdido por ahí o algún español desubicado, pero poco más. Aquella fue una noche de pueblos del mar.

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