segunda-feira, setembro 26, 2005

Capítulo IV. De las deudas que México tiene con España. ¿Burocracia? Fírmeme de recibido, por favor

A todos aquellos que tienen que sobrevivir día a día esta lucha.

Algo curioso pasa con la sabiduría popular: suele ser contradictoria. Se dice, por ejemplo, que “al que madruga, Dios lo ayuda” pero hay que recordar que, después de todo, “no por mucho madrugar amanece más temprano”. ¿Cómo quedamos, entonces? Algo parecido pasa con el modo en que vamos conociendo nuestro entorno. En principio, se supone que lo más sensato (y fácil) es conocer primero lo que tenemos más cerca y así, poco a poco, ir ampliando los conocimientos. Un ejemplo: primero hay que conocer bien el país donde naciste y después podrás empezar el recorrido por lejanos paisajes. Sin embargo, también hay quien dice que no hay mejor manera de conocer tu entorno que desde la distancia. ¿Y entonces? En mi caso, creo que me he dejado llevar más por el segundo principio que por el primero. No tanto por desconocimiento de mi país, sino más bien porque cuando más me dediqué a recorrer esos dos millones de kilómetros cuadrados que se llaman México fue muy pequeño, acompañando a mi padre a ver estadios de fútbol por todo el país (ironías de la vida). En fin, que de muchas cosas no me acuerdo. De cualquier manera, ahora que juego el segundo rol, eso de ver con el lente de la distancia, descubro cosas de las que sí me acuerdo.
México, ese país donde la burocracia es un enemigo a vencer y, además, es uno muy poderoso. Ahora está muy de moda lo de desmantelar el aparato burocrático porque resulta que, por si fuera poco, es caro para el gobierno. Seguramente nunca llegaremos a extremos tan increíbles como en la India, donde no es algo tan raro que la gente decida quitarse la vida en lugar de seguir los largos (interminables) caminos de la burocracia. Sin embargo, podemos estar seguros de que pocos países pueden superar la que tenemos en México. Pero, ¿de dónde habrá surgido ese aparato tan grande y poderoso? Sí, bueno, quizás un historiador o economista podría decirnos que los estratos sociales en México fueron sumamente fuertes desde las culturas prehispánicas, así que una organización escalonada tan impermeable no debería extrañar a nadie. Como sea... De cualquier manera, ahora me toca vivir el otro gran foco creador de la burocracia mexicana, el de aquel pueblo que tuvo la idea de ir a enseñarnos “cómo debe funcionar la civilización”. En fin, poco por agradecerles.
Hay drásticas diferencias entre la burocracia mexicana y la del Estado Español. Después de todo, no debemos olvidar que éste es un país “primer-mundista”. Las colas en las oficinas son considerablemente menores. En la mayoría de éstas funciona lo de “toma un papelito y espera tu turno” y muchas veces puedes realizar una parte del trámite por internet para agilizar las cosas. No quiero imaginar qué sería de este país si no se “agilizaran” así las cosas. Por ejemplo, el título académico que demuestra que estás licenciado puede tardar dos años. Sé que en México puede tardar unos meses (en mi caso tres), pero esto me parece el colmo. Sin embargo, el tiempo que se le dedica a la burocracia es el menor de los problemas en el Estado Español. En México, después de pasar toda una mañana realizando papeleo (probablemente logrando obtener sólo un papel, en caso de necesitar varios) puedes salir de la oficina con la cabeza en alto pensando “conseguí avanzar un poco, mañana ya no tendré que preocuparme por esto”. Del otro lado del Atlántico las cosas funcionan muy distinto. ¿En que radica la diferencia? No sé bien a qué se deba. Tengo mis teorías (por ejemplo, acá las personas que se dedican a la burocracia son “funcionarios”, es decir, tienen un puesto de trabajo de por vida, que sólo en circunstancias dramáticas pueden perder. Un caso para que se hagan una idea: un profesor de secundaria, también “funcionario” en las mismas circunstancias, que es acusado de abusar de sus alumnos -insultos, golpes e incluso más- es trasladado a otra secundaria, no despedido ni mucho menos. Así pues, un burócrata tiene poco de qué preocuparse, por lo que la eficiencia es mucho pedir), sin embargo, prefiero no abundar en ello.
Más bien me gustaría hablar de ejemplos. Ingenuamente llega alguien a una oficina, pide un papel (que normalmente cuesta, y mucho) y le dan un recibo para que lo recoja. Va una semana después por él y el papel está mal hecho. “No, lo siento, no es nuestra culpa. Usted no se explicó bien. Claro que le podemos hacer otro. Pague de nuevo y vuelva en una semana.” La pesadilla empieza, y esto se puede repetir ad infinitum. ¿Las calificaciones en la universidad? Tengo amigos que cada vez que piden su expediente académico se llevan sorpresas: el promedio les baja una y otra vez (con las mismas asignaturas hechas), les desaparecen materias que ya hicieron, les abren un nuevo expediente en una licenciatura que ya terminaron (como si, por alguna razón, quisieran hacerla de nuevo)... No me extraña que algunos de ellos ya no quieran volver a pedir su expediente. ¿Y lo peor de todo? Siempre, cuando algo está mal, es por culpa de la persona que solicita el papel. Pareciera que en la cosmovisión de los funcionarios es imposible que ellos puedan haber cometido algún error. Después de todo, son funcionarios. ¿De quién pudo haber sido el error, entonces? Obviamente, de los que solicitan los documentos. ¿Quién más queda?
Bueno, pero hay que reconocer que la Universidade de Santiago de Compostela tiene un premio en el Estado Español por su eficiencia en este rubro. ¿Que en qué se basan para otorgarlo? Cada organismo se fija una serie de metas para cumplir en un año. Si las cumples, tienes premio. Viéndolo así, no quiero ni pensar en las metas que se habrá fijado la USC para conseguir ese premio. Cada vez que tengo que ir a la UXA (unidade de xestión académica) a enfrentarme con el sistema, realmente tengo pavor.
Después de experiencias de este tipo sólo puedo pensar en una cosa: ¿cómo es posible que en México estas situaciones no sean más comunes? La única respuesta que se me ocurre es que los burócratas mexicanos temen por sus puestos de trabajo. Es curioso: tantos años estudiando en México y nunca tuve una calificación equivocada, nunca tuve que hacer un trámite dos veces. Sí, siempre tardaba mucho, pero salía de la oficina con un peso menos sobre mí. Aquí siempre salgo con miedo de tener que volver para arreglar las cosas que yo (¿quién más, si no?) hice mal en esta ocasión. ¿Quieren que les hable de lo que se necesita para tener el permiso de residencia en este país? Bueno, sólo diré que podría considerar ser ilegal, no tanto por no cumplir con los requisitos para obtener el permiso, sino porque pierdes media vida en conseguirlo. Buen método para desanimar a la migración.
Vaya forma de ver México desde fuera, ¿no? ¿Las distancias dan objetividad? No lo sé. Por el momento sólo dan un contraste, y obligan a dar muchas vueltas por las oficinas.